martes, 2 de noviembre de 2010
My Worst Face (Parte 1)
domingo, 1 de agosto de 2010
The Great Answer (Parte 3)
La oscuridad me entrelazó entre sus largos y finos brazos. El silencio taponó mis oídos, dando pequeñas punzadas en ellos. Los tapé con fuerza con mis manos intentando suprimir el dolor pero solo se hacía más intenso.
Aquella oscuridad me dejó caer en ella, absorbiendo cada parte de mi cuerpo y de mi mente. Traté de gritar pero el silencio era más fuerte que mi propia voz y tapaba el sonido de mis gritos.
Tras minutos, o quizás horas, de pura agonía, vi bajo mis pies una plataforma circular con antorchas en la periferia, iluminándola, dejando ver el suelo de piedra sobre el que iba a caer de bruces. Mis gritos se volvieron más intensos a pesar de que no se escucharan. Moriría en aquella caída, de eso estaba segura.
Contra todo pronóstico, mi cuerpo comenzó a frenarse lentamente hasta dejar mi cuerpo levitando a escasos centímetros del suelo. Pensaba que mis poderes no funcionarían en aquel lugar. Me senté en aquel suelo, abrazando mis rodillas asustada.
Todo era muy extraño.
Las llamas flameaban a mi alrededor con intensidad, estaban apunto de encerrarme entre ellas, abrasándome.
Un pequeño canto escuché lejano. Una dulce voz tarareaba una melodía hermosa.
De la oscuridad emergió la figura de una chica. Su cabello era oscuro y largo, sus ojos azul intenso, y su estatura… era bastante bajita, de mi altura. La chica fue acercándose a mí, arrastrando sus descalzos pies sobre las piedras y sin cesar de tararear. Era bella. Su tez pálida realzaba su cabello azabache. Su voz dejó de emitir cualquier sonido. Adelantó su mano hacia mí y me miró con sobriedad.
-Hola Alesana ¿cómo te encuentras?
-¿Quién eres? ¿Cómo conoces mi nombre?
- Si vienes conmigo te lo contaré.
Tomé su mano y me levanté. Sin soltarme me llevó a través de la oscuridad. Su cuerpo relució como si fuera una estrella.
El silencio volvió a taparme los oídos. Me frené en seco y me encogí. La muchacha me abrazó entre sus delgados brazos.
-No luches contra el silencio, si formas parte de él no te dañará.
No entendía lo que me quería decir, era imposible formar parte del silencio. La joven siguió arrastrándome por aquel lugar sin horizonte. A pesar de no haber límites, sabía muy bien por donde iba, o al menos lo parecía, pues no dudaba cuando había que girar.
El silencio se volvió casi inexistente. La chica tenía razón y ya la entendía, si lo ignoraba no me dañaría.
Pasado un breve tiempo comencé a avistar otra circunferencia como en la que había caído, solo que esta era más grande y con dos sillas y una mesa de cristal. Nos acercamos a ellas y me ofreció asiento. La muchacha sonreía ampliamente.
-Me alegra que estés aquí, pensaba que jamás te vería.
-¿Quién eres? ¿Dónde estoy?
-¿No conoces el lugar? Que extraño. Deberías observarlo bien, quizás lo averiguas pronto.
-No es necesario, no hay nada que observar. No he estado en este lugar en mi vida.
-Te equivocas. Estás dentro de ti.
-¿Dentro de mí?
-Así es, y me alegro que hayas venido, tenemos mucho de lo que hablar.
-¿Hablar? Ni siquiera se quien eres.
- ¿No me conoces? ¿No te conoces a ti misma?- creó una sonrisa pícara en su dulce rostro.
The Great Answer (Parte 2)
La joven asintió, y tras otra reverencia salió de la habitación silenciosamente.
El calor volvía abrumarme. Quería dormir, descansar un poco para que se esfumara ese malestar, pero al sentir tanto calor me resultaba imposible. Los músculos me dolían, por lo que tampoco podía moverme.
Cerré los ojos de nuevo. Recordé la textura del libro sobre los Changes, aterciopelada y con las letras en relieve. Me hubiera encantado leerlo pero estaba claro que a Selenia le molestaba. Y eso era otra cosa, como le decía a Selenia que aceptaba su proposición. Aún no me lo había pensado pero mi cabeza incauta fue la única razón que me dio para obtener el libro. Temía el momento de hablar con Selenia, y más en ese estado. Cuanto más lo evitara mejor.
El frescor de mi cara se había esfumado de nuevo, el sudor recorría mis sienes desde el cuero cabelludo.
La puerta se abrió apresuradamente. Selenia se fue al baño y escuché como las arcadas arremetían contra su boca. Recordé entonces el momento en el que me dijo que estaba enferma. Nunca hubiera imaginado que los vampiros pudieran morir.
Minutos más tarde salió Selenia limpiándose la cara con una toalla. Cuando me vio tirada en la cama y con ese aspecto, su mirada cambio y en menos de un segundo estaba sentada a mi lado. Puso su mano sobre mi cabeza y al instante la quitó. Estaba asustada, sus ojos lo decían.
-Qué te ocurre Al?-su voz era jadeante- Estás ardiendo. ¿Llamo a uno de mis médicos? ¿Que necesitas?- estaba atacada.
-Selenia- el sonido quebrado de mis cuerdas vocales aún permanecía ahí- no te preocupes, solo necesito descansar. Ya se lo he dicho antes a Lucy…
-¿Quién?
-Lucy, la sirvienta humana.
-¿Lo sabía y no me ha informado? Haré que se encarguen de ella.
-No Selenia, yo le supliqué que no te dijera nada, no quería preocuparte por algo insignificante.
Selenia se levantó haciendo caso omiso a mi comentario. Afortunadamente agarré una de sus manos antes de que se fuera demasiado lejos. Con ojos suplicantes la miré, intentando proteger la vida de esa chica. Al fin y al cabo, ella no tenía la culpa de nada.
Volvió a sentarse en la cama y dejó dos dedos sobre mi frente, esa sensación fría conseguía calmarme unos instantes, aunque luego regresara más intensamente.
El rostro de aquella mujer se mostraba preocupado, y por primera vez no estaba preocupada porque alguno de sus magníficos panes se hubiera desviado de su rumbo, estaba preocupada por mí. Quizás, a pesar de lo que pretendía aparentar, tenía algo de luz en ese corazón tan oscuro.
Durante horas permanecí tirada en aquella cama, sujetada por Selenia, quien no se había movido ni para cambiar de postura. Seguía con la espalda medio encorvada, cansada de sostenerse sin ningún apoyo, y sujetándome la mano.
Un par de toques en la puerta captaron mi atención.
Un hombre mayor de aspecto malvado apareció tras la puerta. Su pelo negro azabache iba a juego con su barba kilométrica. Vestido con una túnica color berenjena, adornada con dos cintas doradas del cuello a los pies, su aspecto era tan temible como el malo de un cuento: cara de mal humor, arrugas acentuadas y extremadamente delgado. Con una sonrisa más malvada que sobria se acercó a nosotras apoyado en un bastón de madera más grande que él.
Selenia soltó mi mano para coger una de las de él.
-Bienvenido Claude- dijo besándole la mano cogida- Me alegra que te hayas tomado tanta molestia en venir, pero es urgente.
-Mi querida Selenia, eres como una hija para mí, no podía negarme.
La relación que tenían parecía muy cercana, sino no se hubiera atrevido a tutear a Selenia. Además ella no se habría molestado por ello.
El anciano me miró, sus ojos negros me enturbiaron la mente. Eran fríos y desalmados, como si le hubiera vendido su alma al diablo. No me daba buena espina.
Selenia me soltó la mano. Con ojos suplicantes le pedí que no me dejara, pero me dio un beso en la frente y abandonó la habitación.
Aferré la colcha con la poca fuerza que me quedaba. El llamado Claude se sentó a mi lado, justo donde estaba Selenia.
-Tú debes ser Alesana, ¿verdad? Mi nombre es Claude Vanis.
Asentí sintiendo el estómago en la garganta.
- A pesar de que le hayas pedido a Selenia que no avisara a nadie, me ha llamado para que te cure. Espero que no te moleste.
Selenia no había salido de la habitación en ningún momento, estaba confusa ¿cómo le había avisado? Claude se quedó mirándome e inmediatamente tocó un par de veces una de sus sienes con un dedo.
-Me lo ha dicho telepáticamente. Es extraño que no hayas caído en ello.
Por un instante había pensado que Selenia era humana, una persona normal, sin poderes, sin sangre… Pero una vez más había despertado de mi ilusión.
Claude me giró poniéndome boca arriba. Mis manos ya habían aflojado la colcha y se tendían relajadas sobre el colchón. El anciano cogió la toalla y la abrió por completo dejándome desvestida. Antes de que pudiera decir nada, Claude habló.
-No voy a hacerte nada, solo voy a revisar si es algo que se puede deducir simple vista o no.
Exhalé un suspiro de alivio.
El hombre comenzó a palpar cada centímetro de mi cuerpo, con cara pensativa y concentrado en lo que hacía. Cuando acabó negó con la cabeza.
El miedo volvió a adueñarse de mí. ¿Qué significaba esa negación? ¿Me iba a morir? Mis manos agarraron de nuevo la tela. Ese movimiento no le fue indiferente a Claude, quien rápidamente modificó su rostro pensativo en uno sobrio.
-Alesana… si quieres curarte… voy a tener que dormirte unas horas, pero… tal y como deber de médico he de preguntarte si me lo consientes o no.
¿Dormirme? ¿Qué me pasaba? Estaba completamente atemorizada, no acababa de fiarme de aquel hombre, pero no podía decirlo, no siendo tan allegado a Selenia. Quizás ya sabía lo que pensaba y pretendía dormirme para matarme. Claude sonrió. Definitivamente lo sabía.
Me encontraba terriblemente mal. Los sudores habían vuelto y las nauseas se repetían una y otra vez. Si quería volver a estar como una rosa no me quedaba más remedio que aceptar la oferta y fiarme de aquel hombre.
Miré directamente a sus ojos negros. Aunque me costaba mantenerle la mirada, aguante para demostrarle que estaba segura de la decisión que acababa de tomar y aceptaba a que me durmiera. Si hubiera intentado decírselo con palabras, mi voz se habría quebrado por completo a mitad de camino.
Claude se irguió sobre esos dos palos cubiertos de piel a los que llamaba piernas. Colocó ambas manos sobre mis ojos y momentos más tarde mi mente aturdida me abandonó.
viernes, 23 de julio de 2010
The Great Answer (Parte 1)
jueves, 15 de julio de 2010
A Proposition (Parte 3)
Cerré la puerta con cuidado, era muy antigua y una mínima ráfaga de aire podría destrozarla. El olor a libro antiguo hizo que me atragantara con mi propia saliva, pero una vez que se me pasó el ataque de tos provocado por ello, fui a una de mis estanterías favoritas. La que hablaba de todo lo sobrenatural.
Indagué buscando algo nuevo que no hubiera leído peor siempre acababan en mis manos los mismos libros. Nunca me había subido a la escalera, tenía demasiado pánico a subirme y abrirme la cabeza en un descuido. La idea de pedírselo a Selenia estaba descartada desde un principio, seguramente me prohibiría los que quisiera leer, así que no era una opción. Me quedé mirando hacia arriba, todos los libros que había y que aún no les había echado un ojo. Tomé valor y con las piernas temblorosas cogí una de las escaleras, la que estaba en la esquina más próxima y la acerqué hasta la estantería. Conseguí subir los primeros diez peldaños, pero de ahí no pasaba, y ahora también me daba miedo bajar, me había quedado atrapada.
-Genial, Al. Te has lucido- dije mientras trataba de bajar un peldaño.
Avergonzada, no tuve otra opción que gritar para que alguien viniera.
La puerta no tardó mucho en abrirse, tras ella Ethan y un soldado parecían exhaustos.
-¿Qué ocurre mi… Alesana?- dijo Ethan titubeante.
-¿Acaso no lo ves? No puedo terminar de subir porque me da miedo, y ahora no puedo bajar por el mismo motivo.
Dando un fuerte suspiro de alivio se acercó a mí, me copio y me dejó en el suelo. El joven era más fuerte de lo que parecía aunque, cualquiera hubiera podido conmigo, era un peso pluma total.
-¿Que hacía ahí subida?
-Quería mirar la zona de arriba de la estantería. Todos los que pudieran interesarme de abajo ya me los he leído.
Ethan sonrió con suavidad, igual que yo había hecho no hace mucho. Se subió hasta lo alto de la escalera y empezó a decirme nombres, pero ninguno captaba mi atención. Estaba a punto de rendirme y buscarme otra afición hasta que digo “Los Changes: Una vida sin concretar”. Mis ojos se cruzaron con los suyos. Deseaba que me lanzara ese libro sin embargo, a pesar de ver la emoción en mis ojos volvió a guardarlo. Eso me encolerizó.
-¿Qué haces? Quiero leer ese.
-La señora Selenia no lo permitiría, lo siento.
-Por favor, Ethan. Necesito leerlo.
-Lo siento mucho Alesana, pero… sabes que podría ocurrirme.
-Te recuerdo que yo también soy tu señora, así que tengo el mismo peso que ella.
-No. Selenia es muy posesiva y dirá que el poder es suyo, al menos de momento. Además, ella tiene pruebas para decir que ella es mi señora, ya que es la reina. Sin embargo, por mucho que me pese, usted no tiene nada a favor, solo la palabra, y por lo tanto Selenia diría que solo debería obedecer sus órdenes.
No me podía creer que Selenia fuera tan ruin. En realidad si me lo creía pero lo odiaba tanto que parecía una broma de mal gusto.
Tenía que convencer a Ethan antes de que se bajara, entonces se me ocurrió una idea.
-¿Quién te ha dicho que vaya a tener los derechos sobre ti también? Estás hablando con la futura esposa de tu reinaA Proposition (Parte 2)
Selenia me miraba de nuevo, sus ojos brillaban con los destellos que producían las bombillas del techo. Colocó apropiadamente su vestido y se arrodilló ante mí, mientras me suplicaba que cerrara los ojos. Obedecí su petición. Noté como sus frías y delicadas manos envolvían una de las mías con suavidad. Mi cuerpo temblaba como un flan, pero ella tampoco estaba muy tranquila, notaba que su pulso iba muy acelerado, como si acabara de correr una maratón. Tras un breve silencio, Selenia pronunció las palabras que más temía en el mundo.
-No preguntaré si quieres ser mi esposa, te preguntaré algo más complejo- se aclaró la voz de nuevo- Alesana, ¿quieres ser mi reina, y por lo tanto, mi sucesora en el trono?
Volví a alzarme, en esta ocasión asustada. Notaba como mi propia saliva podía atragantarme en cualquier momento. Todos me miraban impacientes por la respuesta, sobretodo Selenia, quien permanecía aún con una rodilla en el suelo, manchándose ese precioso vestido. Las piernas me fallaban y se agotaba el aire para mí. No sabía que responder. Desvié la mirada hacia el suelo, evitando a todos aquellos ojos que me traspasaban. Quería salir corriendo de allí. Miré angustiosa la puerta al final de la estancia, pero mi cuerpo no estaba en condiciones de correr, al segundo paso daría un traspiés y caería al suelo.
Sentí la mano de Selenia sobre mi hombro por lo que no pude evitar mirarla. Sus ojos no paraban de preguntarme cual era mi respuesta. Agarré una de las manos de la mujer con fuerza mientras mi cuerpo temblaba, quería que supiera hasta donde llegaba mi nerviosismo. Volví a retirarle la mirada, prefería mirar los platos vacíos de la cena antes que volverme a enfrentar a sus brillantes ojos. Deseaba que todos se hubieran ido cuando levantara la vista.
Sin soltarme, Selenia ordenó a todos que se marcharan. Los siervos abandonaron la estancia sin oponerse, sin embargo no pudieron evitar comentar la situación entre ellos. Un gran murmullo azotó mis oídos hasta que finalmente nos quedamos solas.
Cabizbaja, Selenia comenzó a andar en círculos a lo largo del salón, cambiando de dirección de vez en cuando. Sus manos se entrelazaban en su espalda, moviendo los dedos con cierto nerviosismo. Apoyada sobre la mesa, seguía sus pasos deseando que cesaran pronto, tanto silencio y movimiento me daban ganas de gritar.
-Lo siento-dije mirando mis manos temblorosas amarradas en el mantel.
-No es tu culpa, si no quieres no voy a obligarte. Para serte sincera, suponía cual iba a ser tu respuesta. Fui una ilusa al pensar, aunque fuese por un momento, que sería afirmativa
-Selenia… no te he dicho que no…
Se paró en seco. Sus ojos volvían a brillar con cierta ilusión. Quien lo hubiera dicho. Se acercó a mí velozmente haciendo que su vestido limpiara el parqué de la sala.
-¿Entonces?
-Entonces… no te puedo dar una respuesta ahora. Es una decisión importante y la tengo que pensar. Me entiendes ¿verdad?
-Claro que te entiendo. Esperaré gustosa tu respuesta, y deseo que sea un “si”.
Adelantando una de sus heladas manos a mi rostro, descendió por la mejilla cariñosamente, y con un suave toque en la barbilla me alzó la cabeza hasta que mis labios rozaron los suyos. Me acarició suavemente el cabello y se marchó reprimiendo una sonrisa complaciente.
Estaba sola en aquella sala tan grande. El viento rozaba los muebles de madera consiguiendo que estos gritaran sin cesar. Ese ruido tan escabroso me erizaba el bello por lo que salí de allí apresuradamente.
En la puerta del salón se encontraba Lucy, una joven sirvienta del castillo. Era realmente hermosa. Los tirabuzones rubios caían hasta su cintura, y sus ojos azules casi eran ocultados por su flequillo. Sus tersas y jóvenes facciones se enfatizaban con la calida rojez que poseía en sus mejillas. Quizás lo que más me llamó la atención de ella fue descubrir que era la única persona en todo el castillo que no tenía ningún poder, ni siquiera era vampiro, o licántropo, o incluso un Change… era una simple humana que había sido escogida por Selenia. Siempre me había preguntado por que la había escogido pero nunca había encontrado el momento adecuado para sacarle el tema a Selenia.
Lucy y dos de sus compañeras entraron al salón y, con rapidez y eficacia pronto tuvieron todo recogido. Sus compañeras fueron bastante más rápidas que ella, sin embargo ella tenía más mérito al no tener la misma velocidad que ellas. No recuerdo cuanto estuve allí observándola, pero cuando volví a ser consciente del tiempo noté una mano en mi hombro. Al girarme me encontré con la figura de Ethan. Estaba tan cerca que no pude evitar sobresaltarme. Inmediatamente, el joven consejero apartó la mano de mi hombro y apoyó una rodilla en el suelo. Agarró su otra rodilla fuertemente con los dedos hasta que se rasgó los pantalones.
-¿Qué ocurre Ethan? Ya te he dicho que odio las reverencias.
-Pero yo… la he tocado, me he sobrepasado.-dijo sollozando- Lo lamento mucho.
¿Qué? No digas estupideces, levántate. Lo único que ha pasado es que estaba ausente y no te esperaba, bueno… ni a ti ni a nadie.
Limpiándose las lágrimas que había derramado volvió a erguirse sobre sus dos pies. Tenía el rostro lleno de restos de las lágrimas. Con cuidado acerqué mis pulgares y le limpié la cara. Parecía triste. No me podía creer aún que el simple hecho de haberme tocado le pusiera así. Para que mostrara su fantástica sonrisa una vez más, le sonreí yo previamente de manera comprensiva. El joven Ethan, tal y como yo pensaba, no pudo evitar devolverme aquella sonrisa.
Cuando estaba totalmente segura de que aquel berrinche se le había pasado, fui a la biblioteca que había en la parte superior del castillo. En ocasiones sentía que esa sala podía liberarme un poco de esa prisión.
La puerta crujió cuando la abrí. Tras ella, al menos un millar de libros se distribuían en multitud de estanterías de madera que ocupaban del suelo al techo, junto con un par de escaleras corredizas. Las cuatro paredes atestadas de libros parecían cogestionadas, no había ni un mínimo espacio entre una estantería y otra. En el centro de la sala, se encontraban dos butacas de terciopelo negro, un sofá Burdeos biplaza y una mesita de café.
A Proposition (Parte 1)
Escuché como una llave giraba y me liberaba de esa prisión. Me levanté de un salto de la cama y me apresuré a la puerta, donde coloqué las manos en la cintura y esperé a aquel que estuviera tras la puerta con cara de pocos amigos. Al abrirse, el joven que tanto me había encontrado últimamente, sujetaba un gran ramo de flores ante mí el cual estaba formado por una gran cantidad de rosas rojas y negras. Me miró de arriba a bajo y no pudo reprimir una gran carcajada, a saber que pintas tendría con esa postura. Tenía que admitir que no sabía enfadarme. Afortunadamente no duró mucho aquella escandalosa risa, y tras calmarse un poco me ofreció el ramo. Puse las flores cerca de mi nariz para olerlas mejor, sin duda el olor era esplendido.
El joven se aclaro la voz.
-Alesana, ha dicho la señora Selenia que se vista elegante porque hoy va a haber una fiesta en el castillo.
-¿Cómo me has llamado? ¿Alesana?- dije emocionada- Muchísimas gracias por escuchar mi suplicas…er… no conozco tu nombre…
-Mi nombre es Ethan.
-Muchas gracias Ethan, y dile a la señora Selenia que ahora mismo me visto y que necesito hablar con ella ante que nada.
-Como desee.
Ethan se dio la vuelta y desapareció. Cerré la puerta tras de mí, pensando en que tipo de fiesta sería. Selenia jamás había hecho nunca una, es más, no había convocado a nadie nunca en su castillo, para ella solo era ella, su ego y quizás yo, pero ahí dejabas de contar.
Busqué por el armario algo adecuado para la celebración, por ello intenté pensar por un momento como Selenia pero era más difícil de lo que creía. Comencé a pasar vestido de un lado a otro del armario hasta que me topé con un atuendo que me traía muchos recuerdos, la ropa con la que fui durante mi largo viaje con James y los demás. Cogiendo la camiseta rota por varias zonas me senté en el suelo, recordé entonces el último momento en el que los vi. Hachi lloraba apoyada en Kyo y James y Shallow se marchaban cabizbajos. A pesar de que Selenia se hiciera la tonta, sabía perfectamente que más de una vez había indagado por mi mente y se había encontrado a los nombres de mis amigos, pero una cosa era que hubiera cedido a irme con ella y otra muy distinta era que olvidara a esas personas. Quizás los días que estaba inaguantable eran por ese motivo.
Dejé la camiseta en su sitio, no era momento de entretenerse con esas cosas sino de buscar un vestido o algo para la fiesta.
Aún no había encontrado nada cuando alguien tocó la puerta. ¿Qué? Imposible que tuviera que bajar ya, no había elegido nada por lo que no contesté. Cogí lo primero que pillé que pudiera compaginar con el estilo de Selenia para no perder más tiempo. Mi atuendo era poco propio de mí pero no había otra cosa. Llevaba puesto un corset negro con puntilla en la periferia, una falda larga, también negra, con bastante vuelo y unas botas de tacón de aguja. Me coloqué el pelo en un recogido sencillo y fui a la puerta. Abrí exhausta. De nuevo el joven Ethan se encontraba allí. Sus ojos parecían salirse de las orbitas y de su boca comenzó a caer un poco de baba. Estaba totalmente embobado por lo que no tuve más remedio que zarandearle un poco para despertarle. No hicieron muchos toques para que volviera en sí y me cediera su mano como si fuera mi acompañante en un baile de gala. Si ya temía la actitud de Selenia, esto no lo arreglaba para nada.
Bajando la escalera, agarrada de aquel joven, me sentía como una autentica princesa que celebra un baile en su palacio, aunque tampoco se alejaba mucho de la realidad. Selenia me esperaba abajo, deslumbrante, como siempre, con un vestido largo de terciopelo negro y un escote infinito. No se que pretendía pero ya había tenido suficiente sexo por ese día. Extendió uno de sus largos brazos hacia mí, me agarré a él e inmediatamente, de un tirón me acercó a ella. Sin decir nada me agarró de la cintura para dirigirnos al salón principal.
Dos mesas que ocupaban más de cuatro metros se extendían a cada lado de la sala. Elegantes manteles bordados vestían aquellas mesas. Las sillas estaban ocupadas por muchos invitados. La sala estaba llena. Poco a poco descubrí que aquellos que estaban sentados eran, sorprendentemente, los siervos del castillo. En una circunstancia corriente, Selenia jamás les habría dejado sentarse en aquellas sillas tan exquisitas. Abundante comida servida en los platos se encontraba frente a cada persona. Todos charlaban emocionados, seguramente por el gran cambio de Selenia, pero ¿Qué le abría hecho cambiar de parecer?
Selenia se aclaró la voz para llamar su atención, al instante todos se alzaban prestándonos atención. Ella avanzaba con elegancia, erguida y con la cabeza alta, sin embargo no me soltaba. Tenía una clase y un estilo insuperables, yo nunca podría llegar a su altura respecto a eso. Al fondo del salón, una mesa presidía la cena, nuestra mesa. Nunca me había gustado ser el centro de atención y ahora tendría que cenar frente a todo el castillo. Solo quería que la tierra me tragase.
Selenia aminoraba el paso mientras yo lo reducía, llegó un momento en el que tuvo que tirar de mí hasta llegar a nuestro sitio bajo la mirada de todos. Finalmente ya cada uno en su lugar, Selenia alzó las manos y las bajó suavemente. La cena podía comenzar.
Todo tenía un aspecto delicioso pero tenía el estómago cerrado, no podía tener hambre si estaba pendiente de cada movimiento que realizaba Selenia. La miraba constantemente, me quedaba anonadada al comprobar la elegancia que rebosaba al comer delante de tantas personas, pero sabiendo de la familia de donde viene era de suponer que siempre sabe guardar las formas.
No ocurría ningún percance, se mostraba tranquila, sin dar ninguna orden a nadie. Eso cada vez me olía peor. Estaba deseosa de saber que ocurría. Selenia dejó los cubiertos sobre su plato y se limpió la comisura de la boca. Tras dar un breve sorbo a su copa se levantó. El sonido que produjo su silla al moverse captó la atención de todos, quienes hicieron lo mismo que Selenia. Todos estaban de pie, y lo más siniestro, todo me miraban a mí, incluso Selenia. Traté de levantarme pero ella me lo impidió de un leve empujón. Me sentía cohibida ante los ojos expectantes de todos, estaba empezando a sentir mucho miedo cuando Selenia, al fin, habló para todos.
- Todos sabéis, menos Alesana, el motivo de este festejo. Todos habéis contribuido para que esto sea perfecto, y así ha sido, por ello os doy las gracias.
-¿Que?- grité sin poder contenerme- ¿Tú? ¿Agradeciéndoles a ellos? Selenia ¿te has golpeado la cabeza? ¿Estás enferma? Contéstame- me levanté de un salto.
-No me ocurre nada, solo agradezco que hayan hecho una buena labor, además… he aprendido que es mejor tener contento al servicio para que no se revele.
Asombrada por la respuesta de Selenia, volví a sentarme aunque tarde algo más en reaccionar y volver a escuchar el discurso que estaba concediendo a los presentes. Jamás hubiera imaginado que Selenia llegara a dar un día las gracias a sus siervos, aunque fuera solo para tenerles contentos seguramente sufrió una herida muy grande en su orgullo. Me preguntaba qué pensarían todos de este cambio de actitud tan repentino.
jueves, 8 de julio de 2010
What's Wrong? (Parte 3)
De nuevo sentí sus carnosos labios en mi piel, los cuales se posaron primero en mi oreja, mordisqueando suavemente el lóbulo. Fue bajando después hacia mi pecho, donde se detuvo un tiempo, haciéndome gemir sin descanso tanto con su boca con sus manos. Pero sabía que lo peor aún estaba por llegar, mis ojos le suplicaban que se controlara pero ella hacía caso omiso concentrándose en lo que hacía. Continuó descendiendo por mi vientre moviendo su lengua de un lado a otro hasta que llegó a mi sexo. Sabía que lo iba a pasar mal ahí agarrada, como ocurría siempre, y hasta que no me soltara no podría devolvérselo con creces, le haría sentir el sufrimiento y placer que yo había sentido.
Su boca, sus manos… todo lo sentía ahí abajo, y no paraba de desear que ese momento de desesperación acabara pronto. Mi cuerpo no aguantaría su frenético ritmo aunque en ocasiones lo había hecho, pero las consecuencias habían sido espantosas, mi aspecto dejaba mucho que desear. No lo aguantaba más y los gemidos ya se habrían escuchado en todos los rincones del castillo.
-Se que no te disgusta ¿por qué debería dejar de hacerlo?
-Pero… oh dios- grité. El orgasmo controlaba mi cuerpo- Me voy a morir a este paso…
-No vas a morir, y si así fuera… que mejor manera de morir que morir de placer.
-Oh sí mira que consuelo-contesté de manera sarcástica.
-Alesana… dime que me amas y acabaré pronto con tu sufrimiento.
-¿Pero que diablos? Sabes que te amo, ¿por qué quieres que te lo diga en un momento así?
-Porque hace mucho que no te escucho decirlo
- Selenia, te amo- susurré- pero acaba ya con esto sino quieres que permanezca en coma varios días.
Cogiendo un albornoz del baño decidí salir fuera. Fui a asomarme a la barandilla vi como Selenia no paraba de dar órdenes a diestro y siniestro. De nuevo tenía esa cara de preocupación que tenía antes. Cuando se percató que la miraba subió rápidamente las escaleras y sin dejarme decir nada me encerró en la habitación con llave, pero esta vez sin ella. Grité una infinidad de veces pero nadie me abría. Sin duda Selenia estaba metida en algún asunto turbio, únicamente era cuestión de tiempo averiguar que era. Volví a tumbarme en la cama sin parar de dar vueltas, necesitaba hacer tiempo pero en una habitación era difícil. Traté dormirme de nuevo pero fue inútil, acababa de despertarme de un largo sueño. Aún así decidí no moverme de la cama hasta que alguien tuviera la decencia de abrirme.
What's Wrong? (Parte 2)
Todo el castillo nos esperaba fuera de la habitación, no apartaban sus pupilas de nosotras. Guardias, consejeros, cocineras… no había nadie que se hubiera quedado haciendo sus tareas, todos habían acudido frente aquella puerta, esperaban ansiosos escuchar de nuevo la cruel voz de su ama. Selenia avanzó dejando a la gente que la esperaba atrás, no dijo ni una palabra, ni si quiera una muestra de desprecio, solamente se mostró indiferente. Notaba los ojos de los demás clavados en la espalda de Selenia, quien ni se inmutaba de ello. Realmente podía ser aún más fría de lo que me había demostrado.
Antes de que alguien me atrapara para sacarme información traté de seguir los pasos de Selenia, aunque fue inútil. Cuando me quise dar cuenta estaba arrinconada por una gran multitud de personas. Todos hablaban a la vez, era totalmente imposible intentar averiguar que decía cada uno. Mi cerebro estaba hirviendo como una olla a presión, en cualquier momento, como siguieran así, estallaría.
-Perdonad señora pero…-comenzó uno.
-¿Cuántas veces he dicho que no me llaméis “señora? No soy señora, nunca lo seré… es más, casi me identifico más con vosotros que con este tipo de vida que tengo ahora.
Traspasé la puerta sin pensármelo dos veces. Selenia había regresado y estaba de todos los presentes, quienes se habían inclinado frente a ella. Esa escena se había vuelto cotidiana y cada vez me sorprendía menos de verla. Les estaba dando una especie de sermón y no podía escucharlo, por lo que, sigilosamente, me acerqué unos pasos y me agaché detrás de uno de los tantos jarrones que había en aquel lugar.
-Mi señora-dijo el joven que antes me había proporcionado la información sobre el paradero de Selenia.- lo único que ha ocurrido es que queríamos saber que le había pasado a usted, y sin pretenderlo la hemos acorralado. Creo que ese ha sido el principal problema por el que ha estallado, pero luego…
-¿Luego? Así que hay más todavía. No se de que me sorprendo.
-Tras estallar, hemos ido a pedirle disculpas, pero únicamente por el hecho de llamarla “señora” ha terminado de expulsar su furia y ha salido del castillo.
-¿No me ocultáis nada más, o puedo mataros ya mismo? No consiento a nadie que le haga pasar un mal rato a mi futura prometida, ¿entendido?
Selenia me cogió cual saco y me subió escaleras arriba sin desviar la mirada de todos sus súbditos, no alcanzaba a ver su rostro pero juraría que no había más que hostilidad en aquella llameante mirada.
Ya tenía cogido el punto exacto en mi cuello donde, cada vez que me rozaba con su boca, era imposible reprimir un gemido de placer. Mientras saciaba sus colmillos con mi piel, se iba quitando la ropa bruscamente y la tiraba aleatoriamente por los rincones de la habitación. Recorría en ocasiones mi cuello con su lengua consiguiendo que mi respiración se entrecortara constantemente, me faltaba el aire cuando ponía sus pechos sobre mi boca.
Poco a poco yo también me iba deshaciendo de mi ropa, hasta que finalmente quedamos las dos sin ninguna prenda. Sintiendo nuestros cuerpos desnudos, me besó apasionadamente y me esposó al cabecero de la cama, ambas manos me quedaron inutilizadas. Me hubiera encantado ver su cara mientras sutilmente cogía unas esposas y tiraba la llave lejos.
No podía hacer ya nada, simplemente disfrutar hasta que decidiera soltarme, y eso no sería hasta horas más tarde. La impetuosidad y el fuego que poseía Selenia tardaban mucho en sofocarse.
Empezó acariciándome cada milímetro mi cuerpo, sus dedos marcaban mis débiles curvas con suavidad. Mi torso se estremecía. Cada vez que lamía mi vientre una corriente de placer recorría mi cuerpo.
-No Selenia, sabes que no aguanto tu frenético ritmo, para ahora que estás a tiempo.
-Pues para eso estamos ahora aquí, para practicar y que así un día puedas llegar a aguantarlo.
-Esa respuesta está pillada por los pelos, no me sirve.