jueves, 8 de julio de 2010

What's Wrong? (Parte 2)

Todo el castillo nos esperaba fuera de la habitación, no apartaban sus pupilas de nosotras. Guardias, consejeros, cocineras… no había nadie que se hubiera quedado haciendo sus tareas, todos habían acudido frente aquella puerta, esperaban ansiosos escuchar de nuevo la cruel voz de su ama. Selenia avanzó dejando a la gente que la esperaba atrás, no dijo ni una palabra, ni si quiera una muestra de desprecio, solamente se mostró indiferente. Notaba los ojos de los demás clavados en la espalda de Selenia, quien ni se inmutaba de ello. Realmente podía ser aún más fría de lo que me había demostrado.

Antes de que alguien me atrapara para sacarme información traté de seguir los pasos de Selenia, aunque fue inútil. Cuando me quise dar cuenta estaba arrinconada por una gran multitud de personas. Todos hablaban a la vez, era totalmente imposible intentar averiguar que decía cada uno. Mi cerebro estaba hirviendo como una olla a presión, en cualquier momento, como siguieran así, estallaría.

-¡Parad de una vez!- grité- ¿No os dais cuenta que no me entero de nada de lo que me decís? Si hablarais de uno en uno como personas civilizadas respondería a toda pregunta que estuviera en mis manos contestar. Pero con vosotros no hay manera…- estaba completamente sulfurada, en vez de personas parecía una granja.

-Perdonad señora pero…-comenzó uno.

-¿Cuántas veces he dicho que no me llaméis “señora? No soy señora, nunca lo seré… es más, casi me identifico más con vosotros que con este tipo de vida que tengo ahora.

Todos enmudecieron al ver mi actitud descontrolada, pero demasiado calmada había estado hasta ahora, corrigiendo a todos aquellos que me ofrecían un título que no me correspondía. Impresionada por mis propias palabras, me alejé lentamente de ellos hacia atrás, y al dar tres o cuatro pasos me di la vuelta y eché a correr hacia la puerta principal. Afortunadamente nadie me siguió, me estaba entrando un ataque de ansiedad y con la finalidad de que me dejaran tranquila, podría sacar a relucir una cara no me gustaba. Respirando hondo apoyada en la puerta de madera traté de tranquilizarme, al fin y al cabo, ellos solo seguían las órdenes que les dictaba Selenia. Pensé entonces que debía disculparme.

Traspasé la puerta sin pensármelo dos veces. Selenia había regresado y estaba de todos los presentes, quienes se habían inclinado frente a ella. Esa escena se había vuelto cotidiana y cada vez me sorprendía menos de verla. Les estaba dando una especie de sermón y no podía escucharlo, por lo que, sigilosamente, me acerqué unos pasos y me agaché detrás de uno de los tantos jarrones que había en aquel lugar.

-¿Dónde está Alesana? No mintáis y confesad donde se ha metido. Seguro que la habéis hecho algo y como me entere de quien ha sido, se puede dar por muerto.

-Mi señora-dijo el joven que antes me había proporcionado la información sobre el paradero de Selenia.- lo único que ha ocurrido es que queríamos saber que le había pasado a usted, y sin pretenderlo la hemos acorralado. Creo que ese ha sido el principal problema por el que ha estallado, pero luego…

-¿Luego? Así que hay más todavía. No se de que me sorprendo.

-Tras estallar, hemos ido a pedirle disculpas, pero únicamente por el hecho de llamarla “señora” ha terminado de expulsar su furia y ha salido del castillo.

-¿No me ocultáis nada más, o puedo mataros ya mismo? No consiento a nadie que le haga pasar un mal rato a mi futura prometida, ¿entendido?

¿Prometida? ¿Cuándo había aceptado casarme con ella? Traté de dejar ese tema apartado durante un momento, ahora lo único que tenía que hacer era correr hacia ellos para que no matara al chico. Inmediatamente salí volando hacia allí poniéndome delante del joven. Mirando desafiante a Selenia el chico aprovechó para apartarse. Los ojos de Selenia jamás habían mostrado tanta incredulidad, y quizás fuera comprensible, no todos los días te encuentras la escena de tu pareja defendiendo la vida de un siervo. Selenia, quien estaba preparada para atacar, bajó los brazos y se acercó. Me abrazó con tanta fuerza que casi echo el desayuno pero fui fuerte y reprimí las nauseas que me provocaba que me estrujara el estómago. Si Selenia no hubiera sido tan orgullosa podría asegurar que habría llorado en aquel momento. Sin duda yo era su debilidad y lo se estaba dejando ver a todo el mundo. Era extraño que Selenia con lo cuidadosa que era se arriesgara aunque también es cierto que era muy difícil que todos sus siervos se sublevaran.

Selenia me cogió cual saco y me subió escaleras arriba sin desviar la mirada de todos sus súbditos, no alcanzaba a ver su rostro pero juraría que no había más que hostilidad en aquella llameante mirada.

La puerta de la habitación la habíamos dejado abierta con tantas sorpresas. Me tiró a la cama sin reparo, afortunadamente el colchón no era para nada duro. Mientras yo trataba de incorporarme, aquella mujer cerraba con todos los cerrojos posibles la puerta y las ventanas, sin olvidarse de echar las cortinas. Ni un rayo de luz me rozaba, tampoco era capaz de distinguir nada, por no ver no veía ni la silueta de Selenia que estaba junto a mí. Enganchó mi cuello entre sus dientes e incidiendo con eficacia comenzó una noche de tantas otras.

Ya tenía cogido el punto exacto en mi cuello donde, cada vez que me rozaba con su boca, era imposible reprimir un gemido de placer. Mientras saciaba sus colmillos con mi piel, se iba quitando la ropa bruscamente y la tiraba aleatoriamente por los rincones de la habitación. Recorría en ocasiones mi cuello con su lengua consiguiendo que mi respiración se entrecortara constantemente, me faltaba el aire cuando ponía sus pechos sobre mi boca.

Poco a poco yo también me iba deshaciendo de mi ropa, hasta que finalmente quedamos las dos sin ninguna prenda. Sintiendo nuestros cuerpos desnudos, me besó apasionadamente y me esposó al cabecero de la cama, ambas manos me quedaron inutilizadas. Me hubiera encantado ver su cara mientras sutilmente cogía unas esposas y tiraba la llave lejos.

No podía hacer ya nada, simplemente disfrutar hasta que decidiera soltarme, y eso no sería hasta horas más tarde. La impetuosidad y el fuego que poseía Selenia tardaban mucho en sofocarse.

Empezó acariciándome cada milímetro mi cuerpo, sus dedos marcaban mis débiles curvas con suavidad. Mi torso se estremecía. Cada vez que lamía mi vientre una corriente de placer recorría mi cuerpo.

-Relájate y disfruta mi pequeña princesa-dijo con voz sensual.

-No Selenia, sabes que no aguanto tu frenético ritmo, para ahora que estás a tiempo.

-Pues para eso estamos ahora aquí, para practicar y que así un día puedas llegar a aguantarlo.

-Esa respuesta está pillada por los pelos, no me sirve.

Sin embargo no me dio otra respuesta.

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