jueves, 24 de junio de 2010

A Long Time (Parte 3)

En cada rincón de aquel jardín, al igual que dentro del castillo, había uno o dos guardias, sin duda era un lugar bien vigilado pero odiaba tener a alguien siempre vigilando mi espalda. Había momentos en los que conseguía ignorarlos, pero no era fácil.

Estaba preocupada por Selenia por lo que intenté vislumbrar su figura en alguno de los ventanales del primer piso, era una tarea bastante complicada por no decir imposible. En más de una ocasión tuve que ponerme de puntillas, pero ni así conseguía verla.

Pasaban los minutos lentamente y no tenía ninguna novedad acerca de ella. Cada vez que se metía en ese estudio me ponía muy nerviosa, no sabía que podía estar haciendo, ni que podía estar pensando, lo único que sacaba en claro de estas situaciones es que siempre salía medio muerta de aquella habitación. Nunca me había atrevido a entrar pero ella siempre decía que era su estudio, nunca había confiado en que eso fuera cierto aunque si me mentía por algo sería.

Volví a entrar en el castillo, de nuevo el olor a antiguo me envolvía y mis ojos no veían nada más que guardias. Asustada me acerqué a ellos. Había tres fieles servidores a cada lado de la escalera, mirándose los unos a los otros así que, antes de preguntar a los guardias, decidí ir a sus más fieles consejeros. Abriéndome paso como podía me coloqué frente a uno de los ancianos. Mis ojos vidriosos miraban los suyos en busca de una respuesta, sin embargo él no hacía más que esquivarme. Definitivamente algo había tenido que ocurrir con Selenia.

-¿Qué ha ocurrido?- dije temiendo elevar demasiado la voz.

Nadie contestó. Unos me miraban, otros directamente se hacían los locos. Me enervaba que me trataran así en un momento en el que lo estaba pasando tan mal.

-Acabo de decir que qué ha ocurrido, ¿no me habéis escuchado?- mi tono de voz en esta ocasión era más rudo, autoritario- Os exijo que me digáis que ha pasado de inmediato.

Me sentía acalorada por la vergüenza de haber hablado de esa manera, pero al mismo tiempo me sentía realmente realizada, como si llevara una eternidad deseando decir esas palabras. Hablar así de vez en cuando no hace daño a nadie. Al instante observé como uno de los consejeros más jóvenes se acercaba y se inclinaba ante mí. Cuando miré su cara fui capaz de ver que era realmente joven, apenas un niño.

- Mi señora… se trata de la señora Selenia… no sabemos que la ocurre. Estaba tirada sobre el escritorio de su estudio, agonizando. Varios doctores privados la han examinado pero aún no han descubierto nada.

-¿Por qué no me lo habéis comentado antes? Soy su pareja ¿no? No creéis que soy la que más derecho tiene aquí para saber que le pasa a Selenia?- grité mientras millones de lágrimas caían por mis sonrojados pómulos- Quítate por favor, necesito verla.

-Mi señora- dijo mientras apartaba a los guardias que había en mi camino- ahora está en vuestro dormitorio.

Sonreí levemente al chico pues no tenía fuerzas para nada más. Subí las escaleras de dos en dos intentando no caerme. Al llegar a la puerta del dormitorio inspiré profundamente y al soltarlo abrí con un golpe la puerta. Tras ella varios hombres rodeaban la cama, formaban un grupo tan cerrado que me era imposible ver a Selenia. Me fui acercando lentamente a la cama, los ojos de los supuestos doctores me analizaban, casi podría asegurar que me atravesaban. Cuando conseguí acercarme lo suficiente solo deseaba taparme los ojos, el cuerpo de Selenia convulsionaba sin cesar. Mi impulso de abalanzarme sobre ella para intentar calmarla lo evitó uno de los hombres que había cerca de mí. Sin dejar de sollozar miré las facciones marcadas de aquel hombre, la arruga de su frente de dejaba notar con exageración. Solo me dejaban mirar pero ¿mirar el qué? No hacían nada, simplemente veían como su cuerpo no dejaba de moverse y ellos mientras, con los brazos cruzados y asintiendo continuamente.

-¿Queréis hacer algo de una vez? Me estáis cabreando ya. Si sois doctores ¿a qué coño esperáis para curarla?- grité sin poder reprimir mi más profunda ira- Os prometo que como no empecéis a curarla, cuando se ponga buena, haré que juegue con vosotros, y no os equivoquéis, vosotros seréis el juguete al que hay que destrozar.

-Tranquilízate y espera, no creo que tarde mucho en cesar.

-¿Qué? ¿Esto ya le ha pasado antes? ¿Por qué yo no sabía nada?

-Efectivamente, le ha ocurrido más veces, pero hasta ahora nunca nadie había sido testigo de ello. Siempre que se ha sentido mal nos ha llamado, pero en esta ocasión ignoramos por qué no lo ha hecho.

-Y… ¿podría decirme que le ocurre?- dije algo más calmada- si puedo hacer algo…

-No te puedo decir nada, no estoy autorizado. Si quieres puedes preguntárselo tú cuando despierte.

Minutos más tarde de la breve conversación con el doctor, el cuerpo de Selenia comenzó a relajarse hasta quedarse quieto, no había más convulsiones. Estaba tranquila como si nada hubiera pasado. Sin decir nada, los doctores se marcharon de la habitación en silencio dejándome sola con ella. Me senté en el suelo sobre las rodillas y dejé caer mi cabeza cerca de la suya, esperando a que no tardara mucho en despertarse, tenía demasiadas cosas que explicarme y yo… bueno, no se como reaccionaría. Su respiración serena movía mi flequillo tan suavemente que me hacía cosquillas en la frente. Reprimí la inocente risa que estaba a punto de soltar, como empezara a reírme no podría calmarme ni en una hora, por ello coloqué una de mis manos sobre mi frente, así el pelo no se movería y las ganas de reírme cesarían. Sus carnosos labios quedaban tan cerca de mí que no pude evitar mover la cabeza y saborearlos una vez más. Fue un beso suave, lento y breve para no despertarla pero fue inútil, cuando me quise dar cuenta estaba abriendo los ojos.

A Long Time (Parte 2)

Avancé hacia ella sin pensármelo dos veces; lentamente había conseguido cautivarme de tal manera que con solo decir “ven” o extender sus brazos igual que en esta ocasión, obedecía su orden como uno de sus siervos. Me estrechó entre sus largos brazos, y mientras me asfixiaba al quedar mi boca y mi nariz inutilizadas por la presión contra sus pechos, ella me besaba la cabeza continuamente. Estaba agonizando, me faltaba el aire, sin embargo me parecía una de las formas más dulces en las que podría morir una persona. Minutos después recuperé el oxígeno que tanto anhelaba. Al principio respiraba con cierta dificultad, había estado demasiado tiempo contra su busto, pero no tarde en recuperar la compostura.

-Pensaba que… tras la conversación que tuvimos antes, hoy no querías volver a verme- comenzó con tono lúgubre- me alegra saber que me equivocaba.

-No entiendo por que lo has pensado. Hemos pasado por discusiones sobre el mismo tema mucho peores que la de esta mañana, y siempre he querido volver a verte.

-Lo se, pero un día te cansarás. Viniste a mi castillo obligada pero hace tiempo que esa atadura se rompió y te di libertad para que te marcharas, sin embargo no lo hiciste y ahora temo que tarde o temprano vuelva a suceder. Alesana, tú calmas mi furia ante todos aquellos que me quieren gobernar, si eso es algo positivo o negativo no lo se, pero lo que sí es seguro es que durante estos últimos años me has cambiado.

-Selenia-dije mientras sujetaba las mangas de su vestido- te dije que no te abandonaría. Puede que no me guste tu manera de actuar pero eso no es suficiente para alejarme de ti. Ahora salgamos de este lugar, me estoy poniendo enferma.

Selenia suspiró con alivio; realmente pensaba que la iba a abandonar.

Salir de aquel cubículo infestado de… a saber que había ahí dentro, respiré hondo aquella la fragancia que envolvía el resto del castillo, ese aroma a antiguo era algo inconfundible para mi olfato. Solté todo el aire recogido de un solo soplido y giré sobre mí misma mientras mantenía los ojos cerrados, disfrutando de tanto espacio tras haber estado en las pequeñas mazmorras que poseía Selenia. Me daba en la nariz que antes, mucho antes, esas mazmorras habían sido más extensas ocupando un lugar incluso más grande que el propio castillo, pero preferí no preguntar. Al abrir los ojos dos guardias se presentaban ante ambas sin perder las formas a pesar de mi terrible y vergonzoso acto. Enrojecí sin poder remediarlo. Mientras me ocultaba la cara, fui retrocediendo hasta poder esconderme detrás de Selenia. Los guardias no dejaban de mirarme atónitos por lo que acababan de ver, la pareja de su señora ponía cara de estúpida, radiante de felicidad, cada vez que salía de las mazmorras. Uno de ellos se aclaró la garganta y miró a Selenia. Su mirada había cambiado, ahora era sobria, severa y un tanto respetuosa, esto último era lo que les faltaba cuando me miraban a mí, pero cómo me iban a respetar si no pasaba del metro y medio, no podía imponerme ante ellos y tampoco lo deseaba.

-Mi señora, traigo noticias de las afueras.

- ¿Qué noticias? ¿Es grave acaso? Cuéntame que ha pasado. ¡Ahora!.

-No creo que sea prudente ahora, debo contárselo en un lugar privado- dijo mientras me miraba de arriba a abajo- Es urgente.

-No estoy para tonterías- gritó Selenia- Exijo que me lo digas ahora mismo. Ella es también tu señora, no te olvides nunca y has de respetarla tanto como a mi ¿lo has entendido? Si no eres capaz de captarlo ya sabes lo que te espera. Todo lo que me comuniques a mí también debes decírselo a ella.

-Entendido- suspiró- Cerca del castillo hemos encontrado unas ramas quemadas, parecían de una hoguera. También hemos visto huellas con esta dirección pero de vez en cuando se desviaban para desconcertarnos y…

-Guardia, ¿Qué me quieres decir con eso?

-Hay intrusos, no sabemos aún cuantos pero… queríamos alertarla.

-Ya me imaginaba que había intrusos, estúpido, era una pregunta retórica. Quería decir que quieres que yo haga, vosotros sois los guardias encargaos de ellos.

-De acuerdo.

Ambos guardias se marcharon velozmente de la sala principal. Selenia parecía afectada por lo que la acababan de decir, y no era para menos, ella siempre pensaba que sus barrearas eran infranqueables. Algo inquieta Selenia sube hacia el piso superior y yo, la sigo cual perro fiel, no logro entender como llegué a esos extremos pero ¿Qué más podía hacer en ese lugar? En cuanto intentaba alejarme un poco de ese “mundo” los guardias me acechaban y no me dejaban ni un minuto de intimidad. Dejándome atrás Selenia entra en su estudio cerrándome la puerta, no hay que ser muy inteligente para saber que quiere estar sola. Era casi impensable para mí pensar que a Selenia le pudiera afectar algo. Posé la cabeza sobre la puerta, pero al instante escuché la voz de Selenia en mi cabeza advirtiéndome que la dejara sola pues posiblemente ocurriría algo que ella no quería ver. ¿Una transformación? ¿Una explosión? ¿Qué iba a ocurrir y qué estaba ocurriendo? Esa incertidumbre no me dejaba vivir tranquila. Además de temer por mi vida cada día no podía evitar temer también por la de Selenia, nadie sabía cuantos enemigos podría tenerla en su blanco en el mismo instante. Rauda bajé a los jardines, estaba tan esplendoroso como siempre. Las rosas rojas y negras brillaban con las cristalinas gotas de lluvia que debieron caer ese mismo día. Recuerdo bien que muchas compañeras de esas rosas, habían descansado en el suelo de nuestra habitación y entre las sabanas de la amplia cama justo la noche anterior, una de esas noches para recordar.

A Long Time (Parte 1)

Un nuevo día nacía tras las ventanas de aquella enorme habitación. Los rayos del sol atravesaban las cortinas reflejándose sobre la colcha color escarlata.
Cuando miré hacia mi derecha me sobresalté, aún se me hacía extraño ver el cuerpo de esa mujer desnudo, abrazándome con sus suaves brazos y depositando su aliento en mi espalda. Intenté moverme, pero me tenía amarrada con tanta fuerza que me inmovilizaba totalmente. No quería despertarla, así, dormida, parecía que nunca había roto un plato, era bella como ninguna, digna de su título de reina solo por su apariencia. Intenté apartar sus manos con cuidado pero finalmente se acabó despertando. Pestañeó suavemente dejando entrever sus ojos rojos, ese iris aún no me terminaba de convencer, prefería el verde intenso de Miriam pero me tendría que conformar.
-¿Ya ha amanecido?- preguntó restregándose los ojos.
- Sí, hace un rato ya pero daba gusto verte dormir, parecías una persona totalmente diferente.
-¿Algún día me aceptarás, Alesana?- dijo apenada- No puedo cambiar lo que soy y como soy. Sabes que lo que más deseo en este mundo es que todos me respeten y sigan mis órdenes. A ti puede sonarte muy mezquino pero así soy. Por una vez no quiero compartir nada de lo que tengo, excepto contigo.
-¿Por qué no vuelves a ser Miriam?
-Porque Miriam era solo un papel, era una farsa, pero gracias a esa farsa te conocí y no me arrepiento de ello.
No entendía como una persona que hablaba de dominar el mundo, de matar a los que se sublevaban, de conseguir poder a cualquier precio, pudiera decir esas cosas tan hermosas. Esas palabras y esas noches con ella eran el motivo de que no hubiera montado un gran escándalo aún.
Se incorporó dejando que la sabana se escurriera hasta su ombligo, quedándose sentada mientras apoyaba la espalda en el cabecero. Su pálida piel era una gran debilidad para mí; que me enseñara una ínfima parte de su cuerpo, ya fuera un hombro o una pierna, me producía una locura extrema. Permaneció pensativa durante unos instantes, no consiguió perturbar su tranquilidad ni los pájaros que revoloteaban fuera del castillo. Suspiró profundamente y cogiendo una de las sabanas se levantó y se marchó de la habitación sin decir nada.
No tenía nada que hacer dentro de la cama por lo que, siguiendo los pasos de Selenia, también me levanté. Comencé a buscar mi ropa por la habitación, no sabía donde lo había dejado todo la noche anterior, no me acordaba ni siquiera lo que había pasado la noche anterior pero no era muy difícil intuirlo. Poco a poco fui encontrando mi ropa por los rincones, creía que me iba a ocupar menos tiempo vestirme de lo que realmente había tardado. El hambre hizo rugir mis tripas ferozmente por lo que, antes de ir a buscar a Selenia, quien había abandonado la habitación en silencio. Quizás le había molestado mi pregunta, pero se lo había preguntado muchas veces y jamás había tenido ese comportamiento.

La enorme cocina color perla estaba impoluta, como cada día. Las dos cocineras, Claire y Ann charlaban gracilmente hasta mi llegada. Vestían el típico uniforme de sirvienta, Selenia no había tenido mucha imaginación para elegir su atuendo. Ambas se colocaron frente a mi he hicieron una reverencia. ¿Por qué se comportaban así conmigo? Yo no era más que una intrusa, una invitada.
-Buenos días ama-dijeron ambas al unísono- ¿qué desea hoy para desayunar?
-Buenos días- contesté- Os lo he dicho miles de veces, no me llaméis ama, no lo soy y yo sola puedo prepararme la comida, no soy ninguna discapacitada.
-Lo sabemos, pero… son órdenes de la ama Selenia, no podemos oponernos- susurró Claire.
-Yo hablaré con Selenia pero no hace falta que me preparéis nada, de verdad. Y eso de ama… suprimirlo, llamadme Alesana o Al, como gustéis.
Las dos cocineras asintieron con una leve sonrisa en sus jóvenes rostros y se retiraron a continuar con su conversación. Abrí la nevera y cogí comida hasta que me sacié. Me estaba aprovechando descaradamente de vivir allí con Selenia, no pagaba nada, no hacía nada… y sin embargo tenía todo lo que cualquiera pudiera desear. Al acabar, limpié todo aquello que había manchado y me despedí de las cocineras. Ahora sí iba a buscar a Selenia, pero ¿dónde estaría? El castillo era inmenso. Si no tenía 300 habitaciones poco le faltaba. Pero no tenía nada mejor que hacer, y había habitaciones en las que seguro no estaría.
Comencé la incesante búsqueda en la planta de abajo. Examiné cada una de las habitaciones pero no había rastro de ella. Subí todos los pisos del castillo y no logré encontrarla, parecía que se la había tragado la tierra. A pesar de mi cansancio fui a buscarla al único sitio donde no había ido, las mazmorras.
Una gran cantidad de escalones de piedra y una enorme puerta de madera con tirador de acero, separaban la primera planta de aquellas jaulas oxidadas. Cada peldaño que bajaba era una lucha de vida o muerte, eran casi más grandes que yo y la humedad que habitaba en ese corredor los hacía terriblemente escurridizos. Sujetándome a una de las barandillas conseguí llegar a esa puerta plagada de barrotes oxidados. Tal y como imaginaba, estaba abierta. Los gritos de los prisioneros atronaban mis oídos; podía sentir su dolor con sus escalofriantes alaridos. Con la vista fija en el suelo si desviarla en ningún momento hacia las celdas, avancé rápidamente hasta toparme con una figura alta y corpulenta. Era uno de los guardias.
-Buenos días mi señora, no es muy propio de usted estar en este lugar ¿desea algo?
-Buenos días- dije resignándome a vivir día a día con la coletilla “señora”- Estoy buscando a Selenia ¿la has visto?
-Si, la señora Selenia está un poco más adelante.
-Muchas gracias.
Dejando atrás al guardia pronto llegué ante la majestuosa Selenia. Su brillante pelo negro caía por su espalda mientras alzaba la cabeza  de forma pensativa. Inmediatamente se giró sorprendida, seguramente ella tampoco se esperaba que yo anduviese por ahí abajo. Siempre había evitado bajar a las mazmorras, podría encontrarme imágenes que no olvidaría en la vida o incluso terribles recuerdos volverían a mi mente. Sin ninguna duda estaba mejor en las plantas superiores que en aquella oscura habitación.

miércoles, 23 de junio de 2010

Prólogo

La alegría es tan efímera como cualquier otro sentimiento, viene y va pero nunca permanece quieta.

Los meses de angustia transcurridos se hacen un hueco en la historia de mi persona, y por supuesto, de otras también. Pero ahora soy yo quien las sufre y quien las disfruta, para que negarlo.

El tiempo, en algunos aspectos, no ha pasado en balde; me ha enseñado a vivir sin tener miedo de nada, a hacer lo que me plazca por un breve instante y tener a alguien a mi lado que me ayuda a continuarlo. Quizás me estoy acostumbrando a esto, o por el contario quizás aún solo trate de adaptarme para no sentirme cual mariposa prisionera.

Es cierto, vivo como una autentica reina, se puede decir que ya lo soy al estar junto a Selenia, sin embargo eso no es suficiente para calmar mi inquietud al acostarme cada noche con ella, en su cama, dormir placidamente y no saber si voy a seguir viva al día siguiente.

Parece que fue ayer cuando sacrifiqué mi libertad, en el que cedí a su burdo chantaje, pero en realidad… ¿cuánto tiempo ha pasado? ¿Tres años? Si, ya son muchos años. Desde ese día no he vuelto a pisar el asfalto o la hierba de los prados, únicamente mis pies han tomado contacto con el duro y frío suelo del castillo de Selenia, y si no me pongo tan exquisita incluyo los inmensos jardines que posee.

La he hecho frente una eternidad de veces, pero siempre acaban igual nuestras innumerables disputas: dejando que nos lleve la lujuria bajo las suaves sabanas de su inmensa cama. Bueno, rectifico, nuestra inmensa cama. Aún no me hago a la idea de todo esto.

Aún recuerdo la promesa que me hizo James, y no descansaré en paz hasta que le vea aparecer sano y salvo, comprobando que Selenia cumplió su palabra. En realidad me pregunto como estarán todos.