Avancé hacia ella sin pensármelo dos veces; lentamente había conseguido cautivarme de tal manera que con solo decir “ven” o extender sus brazos igual que en esta ocasión, obedecía su orden como uno de sus siervos. Me estrechó entre sus largos brazos, y mientras me asfixiaba al quedar mi boca y mi nariz inutilizadas por la presión contra sus pechos, ella me besaba la cabeza continuamente. Estaba agonizando, me faltaba el aire, sin embargo me parecía una de las formas más dulces en las que podría morir una persona. Minutos después recuperé el oxígeno que tanto anhelaba. Al principio respiraba con cierta dificultad, había estado demasiado tiempo contra su busto, pero no tarde en recuperar la compostura.
-No entiendo por que lo has pensado. Hemos pasado por discusiones sobre el mismo tema mucho peores que la de esta mañana, y siempre he querido volver a verte.
-Lo se, pero un día te cansarás. Viniste a mi castillo obligada pero hace tiempo que esa atadura se rompió y te di libertad para que te marcharas, sin embargo no lo hiciste y ahora temo que tarde o temprano vuelva a suceder. Alesana, tú calmas mi furia ante todos aquellos que me quieren gobernar, si eso es algo positivo o negativo no lo se, pero lo que sí es seguro es que durante estos últimos años me has cambiado.
-Selenia-dije mientras sujetaba las mangas de su vestido- te dije que no te abandonaría. Puede que no me guste tu manera de actuar pero eso no es suficiente para alejarme de ti. Ahora salgamos de este lugar, me estoy poniendo enferma.
- ¿Qué noticias? ¿Es grave acaso? Cuéntame que ha pasado. ¡Ahora!.
-No creo que sea prudente ahora, debo contárselo en un lugar privado- dijo mientras me miraba de arriba a abajo- Es urgente.
-No estoy para tonterías- gritó Selenia- Exijo que me lo digas ahora mismo. Ella es también tu señora, no te olvides nunca y has de respetarla tanto como a mi ¿lo has entendido? Si no eres capaz de captarlo ya sabes lo que te espera. Todo lo que me comuniques a mí también debes decírselo a ella.
-Entendido- suspiró- Cerca del castillo hemos encontrado unas ramas quemadas, parecían de una hoguera. También hemos visto huellas con esta dirección pero de vez en cuando se desviaban para desconcertarnos y…
-Guardia, ¿Qué me quieres decir con eso?
-Hay intrusos, no sabemos aún cuantos pero… queríamos alertarla.
-Ya me imaginaba que había intrusos, estúpido, era una pregunta retórica. Quería decir que quieres que yo haga, vosotros sois los guardias encargaos de ellos.
-De acuerdo.
Ambos guardias se marcharon velozmente de la sala principal. Selenia parecía afectada por lo que la acababan de decir, y no era para menos, ella siempre pensaba que sus barrearas eran infranqueables. Algo inquieta Selenia sube hacia el piso superior y yo, la sigo cual perro fiel, no logro entender como llegué a esos extremos pero ¿Qué más podía hacer en ese lugar? En cuanto intentaba alejarme un poco de ese “mundo” los guardias me acechaban y no me dejaban ni un minuto de intimidad. Dejándome atrás Selenia entra en su estudio cerrándome la puerta, no hay que ser muy inteligente para saber que quiere estar sola. Era casi impensable para mí pensar que a Selenia le pudiera afectar algo. Posé la cabeza sobre la puerta, pero al instante escuché la voz de Selenia en mi cabeza advirtiéndome que la dejara sola pues posiblemente ocurriría algo que ella no quería ver. ¿Una transformación? ¿Una explosión? ¿Qué iba a ocurrir y qué estaba ocurriendo? Esa incertidumbre no me dejaba vivir tranquila. Además de temer por mi vida cada día no podía evitar temer también por la de Selenia, nadie sabía cuantos enemigos podría tenerla en su blanco en el mismo instante. Rauda bajé a los jardines, estaba tan esplendoroso como siempre. Las rosas rojas y negras brillaban con las cristalinas gotas de lluvia que debieron caer ese mismo día. Recuerdo bien que muchas compañeras de esas rosas, habían descansado en el suelo de nuestra habitación y entre las sabanas de la amplia cama justo la noche anterior, una de esas noches para recordar.
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