jueves, 15 de julio de 2010

A Proposition (Parte 1)

Escuché como una llave giraba y me liberaba de esa prisión. Me levanté de un salto de la cama y me apresuré a la puerta, donde coloqué las manos en la cintura y esperé a aquel que estuviera tras la puerta con cara de pocos amigos. Al abrirse, el joven que tanto me había encontrado últimamente, sujetaba un gran ramo de flores ante mí el cual estaba formado por una gran cantidad de rosas rojas y negras. Me miró de arriba a bajo y no pudo reprimir una gran carcajada, a saber que pintas tendría con esa postura. Tenía que admitir que no sabía enfadarme. Afortunadamente no duró mucho aquella escandalosa risa, y tras calmarse un poco me ofreció el ramo. Puse las flores cerca de mi nariz para olerlas mejor, sin duda el olor era esplendido.

El joven se aclaro la voz.

-Alesana, ha dicho la señora Selenia que se vista elegante porque hoy va a haber una fiesta en el castillo.

-¿Cómo me has llamado? ¿Alesana?- dije emocionada- Muchísimas gracias por escuchar mi suplicas…er… no conozco tu nombre…

-Mi nombre es Ethan.

-Muchas gracias Ethan, y dile a la señora Selenia que ahora mismo me visto y que necesito hablar con ella ante que nada.

-Como desee.

Ethan se dio la vuelta y desapareció. Cerré la puerta tras de mí, pensando en que tipo de fiesta sería. Selenia jamás había hecho nunca una, es más, no había convocado a nadie nunca en su castillo, para ella solo era ella, su ego y quizás yo, pero ahí dejabas de contar.

Busqué por el armario algo adecuado para la celebración, por ello intenté pensar por un momento como Selenia pero era más difícil de lo que creía. Comencé a pasar vestido de un lado a otro del armario hasta que me topé con un atuendo que me traía muchos recuerdos, la ropa con la que fui durante mi largo viaje con James y los demás. Cogiendo la camiseta rota por varias zonas me senté en el suelo, recordé entonces el último momento en el que los vi. Hachi lloraba apoyada en Kyo y James y Shallow se marchaban cabizbajos. A pesar de que Selenia se hiciera la tonta, sabía perfectamente que más de una vez había indagado por mi mente y se había encontrado a los nombres de mis amigos, pero una cosa era que hubiera cedido a irme con ella y otra muy distinta era que olvidara a esas personas. Quizás los días que estaba inaguantable eran por ese motivo.

Dejé la camiseta en su sitio, no era momento de entretenerse con esas cosas sino de buscar un vestido o algo para la fiesta.

Aún no había encontrado nada cuando alguien tocó la puerta. ¿Qué? Imposible que tuviera que bajar ya, no había elegido nada por lo que no contesté. Cogí lo primero que pillé que pudiera compaginar con el estilo de Selenia para no perder más tiempo. Mi atuendo era poco propio de mí pero no había otra cosa. Llevaba puesto un corset negro con puntilla en la periferia, una falda larga, también negra, con bastante vuelo y unas botas de tacón de aguja. Me coloqué el pelo en un recogido sencillo y fui a la puerta. Abrí exhausta. De nuevo el joven Ethan se encontraba allí. Sus ojos parecían salirse de las orbitas y de su boca comenzó a caer un poco de baba. Estaba totalmente embobado por lo que no tuve más remedio que zarandearle un poco para despertarle. No hicieron muchos toques para que volviera en sí y me cediera su mano como si fuera mi acompañante en un baile de gala. Si ya temía la actitud de Selenia, esto no lo arreglaba para nada.

Bajando la escalera, agarrada de aquel joven, me sentía como una autentica princesa que celebra un baile en su palacio, aunque tampoco se alejaba mucho de la realidad. Selenia me esperaba abajo, deslumbrante, como siempre, con un vestido largo de terciopelo negro y un escote infinito. No se que pretendía pero ya había tenido suficiente sexo por ese día. Extendió uno de sus largos brazos hacia mí, me agarré a él e inmediatamente, de un tirón me acercó a ella. Sin decir nada me agarró de la cintura para dirigirnos al salón principal.

Dos mesas que ocupaban más de cuatro metros se extendían a cada lado de la sala. Elegantes manteles bordados vestían aquellas mesas. Las sillas estaban ocupadas por muchos invitados. La sala estaba llena. Poco a poco descubrí que aquellos que estaban sentados eran, sorprendentemente, los siervos del castillo. En una circunstancia corriente, Selenia jamás les habría dejado sentarse en aquellas sillas tan exquisitas. Abundante comida servida en los platos se encontraba frente a cada persona. Todos charlaban emocionados, seguramente por el gran cambio de Selenia, pero ¿Qué le abría hecho cambiar de parecer?

Selenia se aclaró la voz para llamar su atención, al instante todos se alzaban prestándonos atención. Ella avanzaba con elegancia, erguida y con la cabeza alta, sin embargo no me soltaba. Tenía una clase y un estilo insuperables, yo nunca podría llegar a su altura respecto a eso. Al fondo del salón, una mesa presidía la cena, nuestra mesa. Nunca me había gustado ser el centro de atención y ahora tendría que cenar frente a todo el castillo. Solo quería que la tierra me tragase.

Selenia aminoraba el paso mientras yo lo reducía, llegó un momento en el que tuvo que tirar de mí hasta llegar a nuestro sitio bajo la mirada de todos. Finalmente ya cada uno en su lugar, Selenia alzó las manos y las bajó suavemente. La cena podía comenzar.

Todo tenía un aspecto delicioso pero tenía el estómago cerrado, no podía tener hambre si estaba pendiente de cada movimiento que realizaba Selenia. La miraba constantemente, me quedaba anonadada al comprobar la elegancia que rebosaba al comer delante de tantas personas, pero sabiendo de la familia de donde viene era de suponer que siempre sabe guardar las formas.

No ocurría ningún percance, se mostraba tranquila, sin dar ninguna orden a nadie. Eso cada vez me olía peor. Estaba deseosa de saber que ocurría. Selenia dejó los cubiertos sobre su plato y se limpió la comisura de la boca. Tras dar un breve sorbo a su copa se levantó. El sonido que produjo su silla al moverse captó la atención de todos, quienes hicieron lo mismo que Selenia. Todos estaban de pie, y lo más siniestro, todo me miraban a mí, incluso Selenia. Traté de levantarme pero ella me lo impidió de un leve empujón. Me sentía cohibida ante los ojos expectantes de todos, estaba empezando a sentir mucho miedo cuando Selenia, al fin, habló para todos.

- Todos sabéis, menos Alesana, el motivo de este festejo. Todos habéis contribuido para que esto sea perfecto, y así ha sido, por ello os doy las gracias.

-¿Que?- grité sin poder contenerme- ¿Tú? ¿Agradeciéndoles a ellos? Selenia ¿te has golpeado la cabeza? ¿Estás enferma? Contéstame- me levanté de un salto.

-No me ocurre nada, solo agradezco que hayan hecho una buena labor, además… he aprendido que es mejor tener contento al servicio para que no se revele.

Asombrada por la respuesta de Selenia, volví a sentarme aunque tarde algo más en reaccionar y volver a escuchar el discurso que estaba concediendo a los presentes. Jamás hubiera imaginado que Selenia llegara a dar un día las gracias a sus siervos, aunque fuera solo para tenerles contentos seguramente sufrió una herida muy grande en su orgullo. Me preguntaba qué pensarían todos de este cambio de actitud tan repentino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario