miércoles, 7 de julio de 2010

What's Wrong? (Parte 1)

Apenas tenía aún los ojos entreabiertos cuando sonrió sin malicia y me acarició la el rostro. Su mano estaba fría, más de lo normal quiero decir. Con suavidad deslizó sus dedos alrededor de toda mi cara. No hacía falta que hablara estaba segura de que se sentía feliz de que estuviera allí, y aunque ahora reprimiera mis preguntas, una vez recuperada no podría evitar acosarla hasta que me las respondiera. La besé de nuevo e intenté salir de la habitación dejándola descansar, sin embargo sujetó una de mis manos con todas las fuerzas que le quedaban. Su rostro suplicaba algo de compañía pero su voz no manifestaba ningún tipo de sonido. Tan callada, tan débil… sin duda no era la misma Selenia de siempre.

Poco a poco fue recuperando el aspecto sobrio e imponentes de siempre, sus ojos habría recobrado el brillo fugaz propio de su lujuria interna, y sobretodo sus labios trataban de decirme algo aunque su voz sonara aún muy frágil.

Alguien tocó la puerta un par de veces, y sin esperar una respuesta, el joven consejero que me había informado antes de la situación entró en la estancia. Su rostro antes preocupado ahora parecía más sereno e intentaba reprimir una sonrisa de alivio al ver a Selenia ya casi recuperada.

-Me alegra verla despierta, todos estábamos preocupados.- dijo el chico- Nos ha dado un buen susto.

-No hay tiempo para preocupaciones, todos sabéis que hay intrusos ¿los habéis localizado?- su voz aún era débil pero tajante, no existía para ella tregua entre ella y sus sirvientes- Cuando los halléis traedlos ante mí.

-Como deseéis, se lo diré ahora mismo a los guardias.

El muchacho, abatido por la respuesta ante su preocupación, desapareció de la habitación al instante. Miré ferozmente a Selenia, quien aún permanecía postrada en la cama a pesar de tener fuerzas suficientes para levantarse. Su actitud hacia el pobre chico no había sido nada correcta, odiaba esa manera con la que trataba a los demás, alguien debía de darla con un canto en los dientes para que aprendiera a respetar al prójimo. Pero que se podía esperar de una persona avariciosa, egocéntrica y… para concretar, todo lo contrario de una persona íntegra. Deseaba que se comportara con los demás igual que conmigo. Bueno, igual… igual… no, había aspectos de ella que solo los deseaba para mí, pero en cuanto a respeto no entendía su manera de ver el mundo. Éramos totalmente opuestas, era algo insólito que no pudiéramos vivir la única sin la otra.

Con la mirada fija en el techo, Selenia se mojaba continuamente los labios con su lengua, permanecía pensativa, mi presencia no conseguía incomodarla ante sus pensamientos tan profundos. Algo la preocupaba pero no podía afirmar la razón, podía ser desde los intrusos hasta su desmayo. Estaba tan absorta en sus propios temas que llegué a pensar que quizás se había olvidado que estaba allí, por ello me levante y me acerqué a la puerta. Antes de que pudiera girar el pomo completamente, su voz, ya recuperada casi por completo, me detuvo.

-¿Dónde vas? ¿Me abandonas tan temprano? Pensaba que estabas preocupada.-sus preguntas retóricas me revolvían el estómago, sabía que odiaba las preguntas estúpidas.

-No quiero molestarte mientras piensas en tus “malvados” planes, porque es eso en lo qué estás pensando ¿verdad? ¿Cuál va a ser tu próxima conquista? En realidad, no me importa, sabes que no formaré parte de tu plan.

-¿Qué te ocurre, Alesana? No planeo nada, solo pienso en… bueno… en lo ocurrido. ¿Te han dicho algo?

-No- contesté apenada- intenté sacarles a los médicos que te había ocurrido, pero lo único que me dijeron fue “que te lo diga ella misma”. Así que desde que has despertado es lo único que espero.

Sus ojos volvieron a cerrarse suavemente y los abrió casi al instante, pero sus ojos se perdieron de nuevo en el techo. Hasta pasados unos minutos no decidió dedicarme otra mirada. Mientras se incorporaba cogió una de mis manos y me dirigió a la cama para que me sentara junto a ella. Esa actitud no me olía nada bien, me iba a decir algo que no me iba a gustar, lo presentía. Una vez sentada junto a ella impregné mis pulmones de su aroma, a pesar de a ver estado en cama sudando y convulsionando su aroma natural no sabía evaporado a ninguna parte. Sus ojos volvían a evitarme, únicamente miraban nuestras manos entrelazadas. Me puse realmente tensa, como no abriera la boca pronto me daría una ataque cardiaco en cualquier momento.

-Alesana- tragó saliva- estoy enferma, muy enferma para serte franca. Nunca quise decirte nada porque había dos posibilidades y ninguna de las dos me gustaba. La primera es que podrías abandonarme sin ningún temor, y pasaría mis últimos días sola, sin nadie a quien dejarle mi legado. La segunda es que te preocuparías demasiado, no vivirías por estar pendiente de mí, y no me lo niegues, te conozco. Si no te lo he dicho es porque no quería sentirme sola, pero sobretodo porque no quería que te preocuparas.

Al escuchar esas palabras la respiración de me cortó de inmediato. Sabía que algo no iba bien, y sin embargo por no preocuparme esa mujer estúpida no me dijo ni una palabra. Intenté hacerme la fuerte como ella siempre hacía, aunque solo fueran apariencias, pero no pasaron más de dos segundos desde que ella acabó de hablar hasta que las primeras lágrimas comenzaron a ensuciar mis pómulos. No rompí a llorar cual histérica, pero esas lágrimas sí que cayeron y no pude hacer más que estrecharla entre mis brazos y llamarla “tonta” continuamente. Ella se mostró tan entera como siempre, y cuando me aparté de ella, limpió las lágrimas que seguía derramando con un delicado movimiento de mano. En un instante el mundo se me había venido abajo solo pensando en su muerte, otra vez iba a vivir su desvanecimiento como había ocurrido años atrás. Solo el hecho de recordar esos momentos consiguió que se me erizaran los pelos, fue un duro golpe que pensé que jamás volvería a experimentar. Tenía un miedo terrible y, a pesar de no decírselo, me imaginaba que ella lo sabía. Además, no solo temía por su muerte, sino que también temía por la responsabilidad que caería sobre mí, quería que yo fuera su sucesora a pesar de ser completamente opuesta a ella.

Me levanté de la cama terminando de eliminar los restos de las lágrimas de mi cara y le tendí mi mano. Era la hora de salir de aquella habitación en la que apenas quedaba oxígeno y comunicarles a todos lo ocurrido, y sobretodo para anunciarles que Selenia ya estaba en pie. Viendo mis intenciones tiró de mi brazo y negó con la cabeza muy seriamente. No hacía falta ser muy inteligente para saber que quería saber ocultándolo pero ¿por qué? No valía la pena hacerme preguntas con esa mujer, siempre quedaría alguna sin responder ya que era imposible descubrir que pasaba por su cabeza en cada momento. No pude más que asentir y girar el pomo de la puerta cuidadosamente.

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