domingo, 1 de agosto de 2010

The Great Answer (Parte 3)

La oscuridad me entrelazó entre sus largos y finos brazos. El silencio taponó mis oídos, dando pequeñas punzadas en ellos. Los tapé con fuerza con mis manos intentando suprimir el dolor pero solo se hacía más intenso.

Aquella oscuridad me dejó caer en ella, absorbiendo cada parte de mi cuerpo y de mi mente. Traté de gritar pero el silencio era más fuerte que mi propia voz y tapaba el sonido de mis gritos.

Tras minutos, o quizás horas, de pura agonía, vi bajo mis pies una plataforma circular con antorchas en la periferia, iluminándola, dejando ver el suelo de piedra sobre el que iba a caer de bruces. Mis gritos se volvieron más intensos a pesar de que no se escucharan. Moriría en aquella caída, de eso estaba segura.

Contra todo pronóstico, mi cuerpo comenzó a frenarse lentamente hasta dejar mi cuerpo levitando a escasos centímetros del suelo. Pensaba que mis poderes no funcionarían en aquel lugar. Me senté en aquel suelo, abrazando mis rodillas asustada.

Todo era muy extraño.

Las llamas flameaban a mi alrededor con intensidad, estaban apunto de encerrarme entre ellas, abrasándome.

Un pequeño canto escuché lejano. Una dulce voz tarareaba una melodía hermosa.

De la oscuridad emergió la figura de una chica. Su cabello era oscuro y largo, sus ojos azul intenso, y su estatura… era bastante bajita, de mi altura. La chica fue acercándose a mí, arrastrando sus descalzos pies sobre las piedras y sin cesar de tararear. Era bella. Su tez pálida realzaba su cabello azabache. Su voz dejó de emitir cualquier sonido. Adelantó su mano hacia mí y me miró con sobriedad.

-Hola Alesana ¿cómo te encuentras?

-¿Quién eres? ¿Cómo conoces mi nombre?

- Si vienes conmigo te lo contaré.

Tomé su mano y me levanté. Sin soltarme me llevó a través de la oscuridad. Su cuerpo relució como si fuera una estrella.

El silencio volvió a taparme los oídos. Me frené en seco y me encogí. La muchacha me abrazó entre sus delgados brazos.

-No luches contra el silencio, si formas parte de él no te dañará.

No entendía lo que me quería decir, era imposible formar parte del silencio. La joven siguió arrastrándome por aquel lugar sin horizonte. A pesar de no haber límites, sabía muy bien por donde iba, o al menos lo parecía, pues no dudaba cuando había que girar.

El silencio se volvió casi inexistente. La chica tenía razón y ya la entendía, si lo ignoraba no me dañaría.

Pasado un breve tiempo comencé a avistar otra circunferencia como en la que había caído, solo que esta era más grande y con dos sillas y una mesa de cristal. Nos acercamos a ellas y me ofreció asiento. La muchacha sonreía ampliamente.

-Me alegra que estés aquí, pensaba que jamás te vería.

-¿Quién eres? ¿Dónde estoy?

-¿No conoces el lugar? Que extraño. Deberías observarlo bien, quizás lo averiguas pronto.

-No es necesario, no hay nada que observar. No he estado en este lugar en mi vida.

-Te equivocas. Estás dentro de ti.

-¿Dentro de mí?

-Así es, y me alegro que hayas venido, tenemos mucho de lo que hablar.

-¿Hablar? Ni siquiera se quien eres.

- ¿No me conoces? ¿No te conoces a ti misma?- creó una sonrisa pícara en su dulce rostro.

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