martes, 9 de agosto de 2011

Secret Book (Parte 1)


Abrí el libro por la primera página, ya que la vez anterior apenas lo había abierto cuando llegó Selenia. Las páginas grandes y amarillentas demostraban la antigüedad del libro, pero no hubiera sabido a ciencia cierta si lo había escrito Selenia, Reik o alguien aún más viejo. En la esquina inferior derecha estaba numerada la página con el número uno. El trazado de los números era espectacular, quien quiera que fuese el escritor había creado arte con un solo número. En la parte superior, con una caligrafía realmente hermosa, venía escrito Capítulo 1.
El comienzo del capítulo no parecía muy prometedor, era un estudio, al fin y al cabo. Explicaba qué era un Changes, como se había llevado a cabo y cual era su objetivo en la vida. Al parecer esta especie, mutación de animal y humano, fue creado para llegar a la perfección, sin embargo tal ideal no se logró debido a diversos problemas. No querían un espécimen por un lado humano y por otro animal, querían un “superhombre”, es decir, un humano con las habilidades destacables de los animales, como puede ser la velocidad de un felino. El primero de los problemas fue la voluntad humana, esta no quería doblegarse a la animal ni viceversa, por lo tanto, ambas quedaron dividas provocando así la separación de ambas partes. Otro de los problemas fue una tercera persona. Según el libro, alguien había metido sus narices donde no debía, tocando sus ¿experimentos? El escritor nunca supo quién fue el causante.

Tras leer varios capítulos llegué a la conclusión que tales “experimentos” fueron creados por la magia y no por la ciencia. Tales conocimientos, solo podían conocerse, quizás, en mi época y tampoco estaba muy segura de ello.
La puerta se abrió de par en par a mis espaldas, di un respingo y solté el libro en el suelo. Escuchaba unos pasos acercándose a mí, pero era como si nunca llegaran a su destino. Cerré los ojos y conté hasta tres. Abrí los ojos de inmediato y giré la cabeza con brusquedad. La mirada de Claude, ciertamente divertida, se posó en mi rostro. Solté un largo suspiro de alivio al comprobar que no era Selenia, me había dejado bien claro que no podía leer ese libro bajo ningún concepto. Claude se acercó a mí en silencio, se agachó y recogió el libro del suelo. Sin quitarme los ojos de encima me lo devolvió. Se sentó a mi lado y dejó la vista fija en el suelo. Claude no era de los que hablaban mucho, hablaban estrictamente lo necesario para que los demás supieran sus opiniones. Nunca malgastaba una sola palabra.
-Pensaba que lo tenías prohibido- dijo mirando hacia el libro.
-¿Cómo sabes eso?- pregunté sorprendida- ¿Te lo ha dicho ella? Seguro que te ha pedido que me vigiles de cerca. Y ahora más que nunca, ¿me equivoco?
-Sí, te equivocas. Selenia lleva bastantes horas encerrada, no quiere hablar con nadie. Por eso he venido. Quizás a ti te escuche, además ya es tarde y debéis descansar.
-¿Dónde está? ¿En su estudio?
-Sí. Pero ten cuidado, ha colocado trampas para que no la molesten. Tres personas ya han salido heridas.
-Claude, ¿te puedo pedir un favor?
-No te preocupes, tu secreto está a salvo.
Confié en su palabra y le entregué el libro. De inmediato salí de la biblioteca para llegar a su estudio. Avanzaba por los escalones de dos en dos, el cansancio no importaba, Selenia estaba irritada y todo era por mi culpa, era mi deber arreglarlo.
Al llegar al pasillo después de mucho esfuerzo, recordé las palabras de Claude. Trampas, había trampas. Antes de avanzar los primeros pasos, observé con detenimiento el suelo enmoquetado y las paredes. A simple vista no había nada. Cuidadosamente adelanté uno de mis pies. Seguía intacta. Realicé el mismo procedimiento hasta llegar a la puerta. No había ninguna trampa. ¿Habían saltado ya todas o me había engañado el anciano? Dudaba mucho que Claude me hubiera engañado, pero nunca se sabía.
Selenia estaba sentada en una silla frente a su escritorio. Tenía los codos hincados en la mesa mientras sujetaba su cabeza con las manos, No se le veía el rostro, solo su largo cabello azabache echado hacia adelante. Avancé hacia ella pero no se movió. Comencé a preocuparme al ver que no reaccionaba ante mi presencia. Le retiré el pelo y le alcé la cabeza para verle la cara. Sus ojos se tornaban oscuros y vidriosos, con la mirada ausente. Parecía drogada.
-Selenia, ¿estás bien? No tienes buena cara.
No dijo nada, solo sonrió. Definitivamente estaba drogada. Llamé a dos de los sirvientes para que me ayudaran a trasladarla al dormitorio, sin embargo no me hicieron caso. No querían acercarse a mí. Al ver que estaba sola y no encontraba a Claude, eché a Selenia sobre mis hombros y la arrastré al dormitorio. Fueron dos largos pisos de miradas acusadoras y desafiantes.
Cuando llegué al dormitorio, Selenia ya me había babeado toda la espalda. La tiré sobre la cama para tomarme un descanso. Selenia estaba completamente perdida, estaba desorientada, preguntando continuamente donde estábamos. Cuando recuperé el aliento, volví a coger a Selenia y la llevé a la ducha, supuse que una ducha fría la haría volver al mundo “real”. Sin embargo, no funcionó. Me sentía completamente inútil, sin saber qué hacer. Solo me quedaba una cosa. Acerqué como pude a Selenia hacia el inodoro, introduje dos dedos en su boca y la produje el vómito. Esa era mi única esperanza.
Selenia acabó agotada tras tanto vomitar, por lo que, con un último esfuerzo, la acerqué a la cama, retiré las sábanas,  le quité la ropa y la arropé. Su rostro había quedado demacrado, pero aun así no había perdido su belleza tan particular. Me tumbé junto a ella y la abracé.

Otra vez estaba en ese lugar oscuro. La persona quien afirmaba ser yo estaba sentada en un banco, leyendo un libro del que no alcancé ver el título. El mobiliario había cambiado respecto a la vez anterior. Cuando percibió que estaba allí, alzó la vista y sonrió. Dejó el libro en el banco y se acercó a mí corriendo, como si de una niña se tratara. Me miró de arriba a abajo y soltó una carcajada.
-Estás horrible, ¿lo sabías?
-¿Cómo ha podido cambiar esto en tan poco tiempo?- pregunté haciendo caso omiso a su comentario.
-Aquí todo cambia, depende solo de ti. Al fin y al cabo, esto- dijo señalando a mi alrededor- eres tú.
-¿Por qué estás aquí? Nunca antes te había visto y ahora sales cada vez que me duermo.
- Hasta ahora no me has necesitado.
-¿Y ahora sí? ¿Por qué?
-¿No crees que si no hubiera aparecido… ahora mismo estarías muerta?
Me quedé un momento pensando en sus palabras. Entonces, caí.
-¡Tú!- exclamé- Fue tu voz la que me hizo matar a Lucy. Soy una asesina por tu culpa.
-En realidad, si lo miras bien, es tu culpa, ya que las dos somos la misma persona. – soltó una carcajada de una lunática, parecía haber perdido el juicio.

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