jueves, 4 de agosto de 2011

My worst face (Parte2)

Tenía el estómago en la garganta. En unos segundos, cuando parecía que ya nada podía empeorar ocurría esto. Claude, silenciosamente, se acercó a mí y se sentó a mi lado. Me puso una mano en el hombro y sonrió levemente. Tal y como iban las cosas, no se como tenía el descaro de sonreírme. Iba a pagar muy caro lo que había hecho. La puerta se abrió golpeando fuertemente la pared. La cara de Selenia era de todo menos amistosa, más bien parecía un perro rabioso a punto de morder a alguien y quitarle algún brazo o pierna. Sus ojos ardientes de furia miraban con rapidez la habitación; ninguna esquina quedó sin su análisis. Cuando vio el cuerpo de la muchacha cerró hábilmente la puerta, apoyando su tenso tronco sobre aquella madera y respirando con rapidez. Tapándose con una mano la nariz y estirando la otra creo una pequeña bola de fuego, que impactó contra el cuerpo sin vida. A los pocos instantes le cuerpo había desaparecido. Selenia se acercó a mí y con un fuerte golpe apartó a Claude de mi lado.
-Claude, vete-ordenó.
El hombre titubeo, pero finalmente desapareció tras la puerta. Selenia temblaba de pura rabia, desviaba de vez en cuando sus ojos para que no me diera cuenta, algo imposible, al fin y al cabo.
-Alesana, ¿Qué ha pasado? No me mientas, solo dímelo. No pasará nada, te lo prometo, pero necesito saberlo.
-Yo…- comencé- Estaba en la cama recién despertada, cuando ha entrado y… me ha intentado matar. He debido perder el conocimiento o algo por el estilo, ya que al volver en mí he visto como moría entre mis manos.
Selenia asintió con la cabeza conforme con mi contestación. Agarró mi mano y tiró de mi hacia el pasillo, allí donde estaban todos los trabajadores de aquel lugar. Intenté resistirme, pero fue inútil. Tal y como me esperaba, todos los sirvientes se encontraban allí. Cocineros, mayordomos, sirvientas, jardineros… todo me miraban de arriba abajo y veían mi culpabilidad sin saber aún lo que había ocurrido. Todos murmuraban mientras me escudriñaban con sus ojos curiosos. Selenia, tan altiva como siempre, se aclaró la garganta y me pasó un brazo por el hombro.
-Aquí no hay nada que ver. ¡Volved a vuestro trabajo si no queréis perder la vida!
- Pero señora… los gritos…- dijo uno de los jardineros.
-¡He dicho que regreséis a vuestras tareas!
Nadie se atrevía a desobedecer a Selenia por nada en el mundo y menos aún si estaba con ese humor. No tardaron todos en dispersarse y volver a sus quehaceres, aunque nadie podía evitar que charlaran entre ellos y comentaran lo ocurrido. Nadie olvidaría lo ocurrido ni mucho menos, sus miradas me torturarían cada día. En la cocina, en el jardín, en el comedor… incluso en el sótano los guardias y presos. Con esa ala del castillo completamente vacío, Selenia suspiró transmitiendo un profundo alivio. Sin decir nada se evaporó en una nube de humo y me dejó sola. Entré de nuevo en el dormitorio con el propósito de meterme en la cama, pero no estaba sola. Claude estaba allí, tocando una de las lámparas suavemente. ¿Cuándo había entrado? Cerré la puerta con cuidado, sin fuerzas, porque a decir verdad no me apetecía hacer nada en esos instantes excepto dormir hasta el día y siguiente y comprobar que todo había sido un mal sueño. Claude se levantó de la cama y se acercó con la cabeza ligeramente agachada.
-Te he otorgado un regalo de bodas anticipado, no lo desperdicies-susurró cuando llegó a mi altura- Sería una autentica lástima.
El anciano desapareció tras la puerta. Durante unos instantes me quedé pensando en sus palabras. ¿Qué quería decir con eso?
Fui al baño para refrescarme la cara, el cuello... pero cuando miré mis manos no pude para de frotar con el jabón. Me sentía sucia. Me había convertido en una asesina.
Con el cuerpo y la mente débiles, me apoyé sobre la puerta del dormitorio, necesitaba escuchar si aún quedaba alguien tras ese muro. Fue una grata sorpresa descubrir que no se oía ni el más mínimo murmullo, no habían vuelto a la puerta. Suspiré aliviada mientras las últimas palabras de Claude seguían retumbando en mi cabeza. Tenía que encontrarle para que me lo explicara, pero posiblemente ya se habría ido.
Tras la puerta del dormitorio, el pasillo se encontraba vacío, la multitud había regresado a sus labores. Con los pies descalzos, caminé sobre la aterciopelada moqueta de la estrecha estancia. Con el ánimo por lo suelos, llegué a las escaleras donde dos amas de llaves charlaban sin malicia, sin embargo, al pasar por su lado, sus ojos temerosos que me escudriñaban no me fueron indiferentes. Bajé cada escalón con sumo cuidado para no tropezar y caer rodando. Deseando que todo fuera un mal sueño, empecé a llorar como una niña que acaba de despertar de una pesadilla.
La planta de abajo estaba igual de desierta que la de arriba. Casi suponía un alivio que no hubiera más personas que me miraran como si fuera un monstruo, aunque lo fuera. ¿A caso ya sabían lo que había ocurrido? El cuerpo inerte continuaba en la habitación, nadie había sido capaz de moverlo, no sabía si por miedo, asco o para darme una lección. En cuanto bajé el último escalón noté rápidamente cómo la moqueta se esfumaba para convertirse en un frío y duro parqué. El temblor causado por la frialdad del suelo me recorrió todo el cuerpo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario